Calculadora mecánica IRIS: precisión a manivela.
La calculadora mecánica IRIS es un ejemplo emblemático de la ingeniería de precisión aplicada al cálculo antes de la era digital. Fabricada a mediados del siglo XX, esta máquina permitía realizar operaciones aritméticas mediante un complejo sistema de engranajes, ruedas dentadas y una manivela manual.
Diseñada para facilitar el trabajo contable y técnico en oficinas, bancos, laboratorios y centros de ingeniería, la IRIS representó un gran avance en la automatización del cálculo, ofreciendo exactitud, rapidez y fiabilidad en una época en la que las operaciones se realizaban normalmente a mano.
Aunque fue sustituida con el tiempo por calculadoras electrónicas, la IRIS conserva un lugar especial en la historia de la informática mecánica como símbolo de la transición hacia los métodos automáticos de procesamiento de datos.
¿Cómo funciona ?
La calculadora IRIS funciona mediante un sistema de engranajes internos controlados por ruedas numéricas y una manivela. El usuario selecciona las cifras mediante deslizadores o teclas, y luego acciona la manivela para realizar la operación.
Cada giro de la manivela mueve los engranajes que hacen avanzar los números en el visor, sumando o restando según el sentido del giro. Para multiplicar o dividir, se repiten las operaciones de forma secuencial, desplazando el carro según corresponda.
La máquina cuenta con un carro móvil con registros de entrada, resultado y acarreo, lo que permite realizar cálculos complejos con gran precisión sin necesidad de corriente eléctrica.
¿Para qué se utiliza?
La calculadora mecánica IRIS se utilizaba en oficinas administrativas, bancos, laboratorios científicos e industrias técnicas para realizar cálculos contables, estadísticos y técnicos con rapidez y exactitud. También se empleaba en educación matemática, para enseñar el funcionamiento de los algoritmos de cálculo y familiarizar a los alumnos con los principios mecánicos del procesamiento numérico. Su uso era fundamental en una época donde la fiabilidad y la reproducibilidad del cálculo eran imprescindibles, consolidándose como una herramienta clave en el trabajo de ingenieros, científicos y contables antes de la llegada de la informática electrónica.
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