El conductímetro Radiometer: precisión en el análisis de soluciones
El conductímetro antiguo fue uno de los primeros instrumentos diseñados para medir la conductividad eléctrica de una solución, es decir, su capacidad para conducir electricidad. Este valor depende directamente de la cantidad de iones disueltos en el líquido.
Este aparato desempeñó un papel esencial en los laboratorios químicos y ambientales del siglo XX, ya que ofrecía una forma precisa de evaluar la pureza del agua, la salinidad de disoluciones o el contenido iónico de diferentes muestras. Se empezó a utilizar de forma generalizada desde mediados del siglo pasado, siendo una herramienta clave en el desarrollo de la química analítica y el control de calidad industrial.
Aunque su uso ha sido reemplazado en gran medida por dispositivos digitales más modernos, estos modelos analógicos marcaron el inicio de las mediciones electroquímicas de campo y de laboratorio, contribuyendo a mejorar procesos industriales y a comprender mejor los sistemas acuosos.
¿Cómo funciona ?
El conductímetro se conecta a un par de electrodos que se introducen en la solución a analizar. Cuando se aplica una corriente eléctrica de baja intensidad, los iones presentes en el líquido permiten el paso de electricidad. El instrumento mide cuánta corriente circula, y con esa información determina el nivel de conductividad.
El modelo analógico utiliza un medidor de aguja, que se desplaza en una escala graduada en función de la conductividad detectada. El operador puede calibrar el equipo y seleccionar el rango adecuado según la muestra, usando un selector de escalas.
La lectura se expresa normalmente en micromhos o milimhos, unidades utilizadas para cuantificar la conductividad eléctrica.
¿Para qué se utilizaba?
El conductímetro Radiometer se utilizaba principalmente para analizar la pureza del agua en laboratorios de química, farmacéutica y medio ambiente, permitiendo determinar con precisión la cantidad de iones disueltos en una solución.
Además, tuvo un papel fundamental en procesos industriales, como la producción de bebidas, cosméticos o productos químicos, donde el control de la conductividad es esencial para garantizar la calidad del producto final.
También se empleaba en el control de calidad del agua potable, así como en el análisis de aguas residuales o aguas ultrapuras, siendo una herramienta clave para asegurar que los parámetros de salinidad o contaminación iónica se mantuvieran dentro de los límites adecuados.
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